jueves, 27 de agosto de 2009

PERO TENÍA RAZÓN (WARHOL EN BOGOTÁ)


Me detuve por menos de un minuto frente a la pared que tenía plasmados los datos “esenciales” para acercarse a la exposición, me disponía a leer todo el parlamento con la finalidad de seguir el ritual, presumiendo de espectador riguroso. 


(En las contadas ocasiones en las que Warhol se me había acercado al oído izquierdo, en la sección más cercana al encéfalo, siempre veía a David Bowie, siempre se repetía el pensamiento de mi preferencia por Basquiat y en consecuencia siempre llegaba a hablar de Calle 13. Y de ahí parte mi sensacional acervo acerca de la propuesta estética de Warhol).


Pero mi compañera de “trip citadino dominical” no estaba dispuesta a soportar todas mis patéticas poses y casi que con una violencia imperceptible dirigió mi posición hacia la entrada de la sala de exposiciones del Banco de la República.


-“Yo no voy a perder mi tiempo leyendo lo que dicen de él, yo vine fue a ver las obras; se supone que esas me deben decir algo ¿no?”-'. ¡Maldita sabiduría de la practicidad de las mujeres! es un jaque-mate. Pero tenía razón...


Bueno, algo que no se puede negar es que tal vez se pierde la capacidad de disfrutar el arte, cuando se toma solo una forma de acercarse a él como la “regla”. Muchas veces tener datos previos, hasta datos banales de tipo personal referentes a la vida del artista, se vuelven marcos teóricos interesantes en el momento de crearse un concepto de la obra. Y en estos casos se vuelve productivo el ejercicio (así sea para componer una pócima de charlatanería). 


No sé si esta exposición sea más enriquecedora en un contexto plenamente norteamericano; en ciertos momentos me lo preguntaba debido a la saturación de información con respecto a su cultura contemporánea;  personajes que indudablemente son muy importantes en ese guisado que han construido los “damn yankees” (Ted Nugent fácilmente puede ser un ícono de los “excesos sociales” gringos) para consolidar su identidad. Igual se puede decir que el espectro estético de Warhol abarca no solo los elementos propios de Estados Unidos, sino las imágenes populares y representativas de la época.


Si Marilyn Monroe es una imagen que tiene algún tipo de relevancia en cuanto a nuestros parámetros de belleza, de un momento en particular, si nos dice algo de un momento histórico determinado; o si Mao nos dice también algo de otro momento, de una situación; o Michael Jackson (bueno, por lo visto el Rey del Pop ha incrementado sus amores en estas tierras desde que murió; hace un tiempo sólo nos recordaba pedofilia y mutaciones), creo que la revisión que hace Warhol de lo que es Norteamérica se puede quedar corta para muchos de nosotros, por ejemplo cuando estamos al frente de Capote, ya que resulta complicado lograr transferir la figura de Capote y su injerencia para los gringos a lo que podría significar para nosotros. O es tan simple como lo que puede significar la famosísima lata Campbells (creo que este es mejor ejemplo) como un producto fundamental en la historia del consumo norteamericano, y pensar que para nosotros prácticamente no es nada; me atrevería a decir que la imagen “autoexaltada” del mismo Warhol no se torna tan sugerente como quisiéramos en el momento de topárnosla en repetidas ocasiones (tal vez a excepción de las situaciones en las que nos lo cruzamos placenteramente trasvestido). 


Mientras me esfuerzo para pensar en toda la teoría chambona macheteada que se me ocurre en medio del recorrido, mi compañera se encuentra extasiada con las técnicas de las litografías y las serigrafías, con las texturas que quedan plasmadas en las superficies, y mientras yo trato de jactarme de mis argumentos ella me cambia el tema con una tranquilidad aplastante:


¿No sabes quién es Truman Capote? bla, bla, bla “A sangre fría”... bla, bla, bla “Philip Seymour Hoffman”... bla, bla, bla...     bla...

¡Oye! ¿cómo diablos logra que esa foto de la estatua de la libertad tenga esas texturas? litografía ¿cierto?


¿Ah? ¿de qué diablos habla ella? ¡Maldita sea! ¿y Capote? Bueno, tengo que admitir que es satisfactorio que siga teniendo la razón.


Pero yo me ensaño en no dejar campo a la posibilidad de liberarme de mi óptica seudointelectual (cómo me gusta esa palabra). Después de preocuparme por tomar por mi cuenta una parte crucial para la historia del arte contemporáneo y devorarla en una semana, como nos gusta hacerlo, llego a concluir que los resultados de la obra de Warhol no son tan inocentes como los expresa él mismo, no son simples alusiones a su país y ya. Es más, queda una pequeña impresión de que realmente es una pose irónica y sarcástica, puesto que el efecto que genera en el espectador tiende a ser muy satírico frente a esa exaltación de la grandeza de la cultura consumista. Sin contar con las obras presentes en las series de “desastres” y “sillas eléctricas” que por el solo hecho de mostrar dichas imágenes  y no seleccionar los elementos glamurosos de la cultura norteamericana sino algo que represente explícitamente aspectos oscuros de la cotidianidad gringa ya son un componente que en el momento de ser parte de la exposición además de crear una impresión un poco repulsiva, por estar contrastadas con obras más digeribles, provocan una percepción de un Warhol crítico frente a su contexto.


Mientras atiborramos nuestras manos de todos los souvenirs con los que pudieron bombardearnos estos promotores “integrales” (pero más por lo incípido del pan integral) del entretenimiento cultural a la salida de la exposición, yo hacía alarde de todo este análisis posterior y pues quise abordar a mi interlocutor, simplemente para rasgar una posibilidad de recibir ovaciones o por lo menos para obtener un poco de complicidad en cuanto a mis argumentos, y bueno, todas esas artimañas trilladas mediante las cuales uno pretende conseguir avances en materia de cortejo.


Mmm no sé, simplemente sé que acabo de tomar mucho material para poder plagiar algunas cositas que vi por ahí-.


¿A eso se reducen las impresiones finales de toda la exposición? Pues obviamente no, pero es seguro que en medio del sarcasmo y la desfachatez es imposible ocultar que gran parte de los artistas contemporáneos lo hacen y ni siquiera tienen el grado de honestidad para admitir que  lo que crean casi siempre nace de un plagio. Bueno no importa, además ese es un tema más extenso y más enmarañado que gracias a la señorita tocará aplazar... Pero una vez más... tenía razón.