lunes, 5 de octubre de 2009
Vallejo y nuestra "ignarus" Colombia
jueves, 27 de agosto de 2009
PERO TENÍA RAZÓN (WARHOL EN BOGOTÁ)
Me detuve por menos de un minuto frente a la pared que tenía plasmados los datos “esenciales” para acercarse a la exposición, me disponía a leer todo el parlamento con la finalidad de seguir el ritual, presumiendo de espectador riguroso.
(En las contadas ocasiones en las que Warhol se me había acercado al oído izquierdo, en la sección más cercana al encéfalo, siempre veía a David Bowie, siempre se repetía el pensamiento de mi preferencia por Basquiat y en consecuencia siempre llegaba a hablar de Calle 13. Y de ahí parte mi sensacional acervo acerca de la propuesta estética de Warhol).
Pero mi compañera de “trip citadino dominical” no estaba dispuesta a soportar todas mis patéticas poses y casi que con una violencia imperceptible dirigió mi posición hacia la entrada de la sala de exposiciones del Banco de la República.
-“Yo no voy a perder mi tiempo leyendo lo que dicen de él, yo vine fue a ver las obras; se supone que esas me deben decir algo ¿no?”-'. ¡Maldita sabiduría de la practicidad de las mujeres! es un jaque-mate. Pero tenía razón...
Bueno, algo que no se puede negar es que tal vez se pierde la capacidad de disfrutar el arte, cuando se toma solo una forma de acercarse a él como la “regla”. Muchas veces tener datos previos, hasta datos banales de tipo personal referentes a la vida del artista, se vuelven marcos teóricos interesantes en el momento de crearse un concepto de la obra. Y en estos casos se vuelve productivo el ejercicio (así sea para componer una pócima de charlatanería).
No sé si esta exposición sea más enriquecedora en un contexto plenamente norteamericano; en ciertos momentos me lo preguntaba debido a la saturación de información con respecto a su cultura contemporánea; personajes que indudablemente son muy importantes en ese guisado que han construido los “damn yankees” (Ted Nugent fácilmente puede ser un ícono de los “excesos sociales” gringos) para consolidar su identidad. Igual se puede decir que el espectro estético de Warhol abarca no solo los elementos propios de Estados Unidos, sino las imágenes populares y representativas de la época.
Si Marilyn Monroe es una imagen que tiene algún tipo de relevancia en cuanto a nuestros parámetros de belleza, de un momento en particular, si nos dice algo de un momento histórico determinado; o si Mao nos dice también algo de otro momento, de una situación; o Michael Jackson (bueno, por lo visto el Rey del Pop ha incrementado sus amores en estas tierras desde que murió; hace un tiempo sólo nos recordaba pedofilia y mutaciones), creo que la revisión que hace Warhol de lo que es Norteamérica se puede quedar corta para muchos de nosotros, por ejemplo cuando estamos al frente de Capote, ya que resulta complicado lograr transferir la figura de Capote y su injerencia para los gringos a lo que podría significar para nosotros. O es tan simple como lo que puede significar la famosísima lata Campbells (creo que este es mejor ejemplo) como un producto fundamental en la historia del consumo norteamericano, y pensar que para nosotros prácticamente no es nada; me atrevería a decir que la imagen “autoexaltada” del mismo Warhol no se torna tan sugerente como quisiéramos en el momento de topárnosla en repetidas ocasiones (tal vez a excepción de las situaciones en las que nos lo cruzamos placenteramente trasvestido).
Mientras me esfuerzo para pensar en toda la teoría chambona macheteada que se me ocurre en medio del recorrido, mi compañera se encuentra extasiada con las técnicas de las litografías y las serigrafías, con las texturas que quedan plasmadas en las superficies, y mientras yo trato de jactarme de mis argumentos ella me cambia el tema con una tranquilidad aplastante:
¿No sabes quién es Truman Capote? bla, bla, bla “A sangre fría”... bla, bla, bla “Philip Seymour Hoffman”... bla, bla, bla... bla...
¡Oye! ¿cómo diablos logra que esa foto de la estatua de la libertad tenga esas texturas? litografía ¿cierto?
¿Ah? ¿de qué diablos habla ella? ¡Maldita sea! ¿y Capote? Bueno, tengo que admitir que es satisfactorio que siga teniendo la razón.
Pero yo me ensaño en no dejar campo a la posibilidad de liberarme de mi óptica seudointelectual (cómo me gusta esa palabra). Después de preocuparme por tomar por mi cuenta una parte crucial para la historia del arte contemporáneo y devorarla en una semana, como nos gusta hacerlo, llego a concluir que los resultados de la obra de Warhol no son tan inocentes como los expresa él mismo, no son simples alusiones a su país y ya. Es más, queda una pequeña impresión de que realmente es una pose irónica y sarcástica, puesto que el efecto que genera en el espectador tiende a ser muy satírico frente a esa exaltación de la grandeza de la cultura consumista. Sin contar con las obras presentes en las series de “desastres” y “sillas eléctricas” que por el solo hecho de mostrar dichas imágenes y no seleccionar los elementos glamurosos de la cultura norteamericana sino algo que represente explícitamente aspectos oscuros de la cotidianidad gringa ya son un componente que en el momento de ser parte de la exposición además de crear una impresión un poco repulsiva, por estar contrastadas con obras más digeribles, provocan una percepción de un Warhol crítico frente a su contexto.
Mientras atiborramos nuestras manos de todos los souvenirs con los que pudieron bombardearnos estos promotores “integrales” (pero más por lo incípido del pan integral) del entretenimiento cultural a la salida de la exposición, yo hacía alarde de todo este análisis posterior y pues quise abordar a mi interlocutor, simplemente para rasgar una posibilidad de recibir ovaciones o por lo menos para obtener un poco de complicidad en cuanto a mis argumentos, y bueno, todas esas artimañas trilladas mediante las cuales uno pretende conseguir avances en materia de cortejo.
Mmm no sé, simplemente sé que acabo de tomar mucho material para poder plagiar algunas cositas que vi por ahí-.
¿A eso se reducen las impresiones finales de toda la exposición? Pues obviamente no, pero es seguro que en medio del sarcasmo y la desfachatez es imposible ocultar que gran parte de los artistas contemporáneos lo hacen y ni siquiera tienen el grado de honestidad para admitir que lo que crean casi siempre nace de un plagio. Bueno no importa, además ese es un tema más extenso y más enmarañado que gracias a la señorita tocará aplazar... Pero una vez más... tenía razón.
martes, 7 de julio de 2009
UN TAITA SE TIENE QUE BAJAR EN SANTA LIBRADA
Cuando volteé a mirar y vi a la anciana llorando, por alguna extraña razón tuve una especie de regresión. Algo me llamó a recordarme todas las sensaciones referentes a “esa” muerte, a esa pérdida, a esa despedida silenciosa. Fue similar a una regresión. No fue normal ¿cuál era la relación? Tal vez el sonido de su sollozo angustioso y el de un suave golpe cuando se recostaba en el vidrio hicieron recorrer mis ondas neuronales sobre esos recuerdos que prácticamente me estaban haciendo pensar que mis sentimientos estaban mal. Mi mente estaba siendo taladrada por una sensación de culpa: “Debería ser más sencillo”, “debería sentir mucho dolor y ya”, “¿esta tranquilidad qué significa?”
El punto es que cuando la vi y cuando la escuchaba, sentía que esa señora me estaba comunicando algo, no sé qué era exactamente, pero había algo de redención en ella. Su figura era como un arcaico tótem muisca, parecía que fuera parte de ese asiento, ¡no! no de ese asiento, parece que hubiera sido desplazada hacia ese asiento, realmente era como una secuoya, una secuoya que había sido desterrada, arrancada de su lugar sagrado, “desplazada” hacia el monstruo y ahora era una flor que no podía caminar, un árbol mítico que tenía que esperar a que cambiara el semáforo. Si la hoja no puede respirar el poco aire sano que aún queda, tiene que cubrirse con un chal.
Ese dolor que me transmitía se convirtió en mi dolor, sentí una aguja que me traspasaba la espina dorsal, ya no podía permanecer sentado, me sentí muy incómodo por un lapso de tiempo, pero a medida que transcurrían las calles me sumergía por una especie de remembranza, de una melancolía instantánea. Sentí el ardor de la ausencia, sentí ese vacío que se produce al tener la implacable certeza de que alguien no volverá a estar sentado a tu lado, el vacío de reconocer que a medida que pase el tiempo su voz será un sonido más remoto, ya no se recordará dentro de un tiempo... sí, es así. La voz, creo que la voz es de las cosas que más duele olvidar, porque se tiene esa certeza de que efectivamente sucederá, es como un cronómetro en cuenta regresiva, y sabemos que el explosivo estallará tarde o temprano.
Pero el camino cambió de sentido; mientras subía por el Este me encontré en un momento de trance semiconsciente, pero como la mente se desplazaba en fragmentos casi fotográficos, en una especie de trenza entre mi falta de concentración y la despreocupación por la realidad exterior, pues no me interesó ese detalle. Me surgió un dolor de muela en el tórax y mientras estaba reinstalando mis nervios con el chacra que le había escuchado al barbudo del Parque Santander, un águila se posó sobre el retrovisor derecho. Intenté sacar la cabeza para lograr verla y pues para saber si lo que estaba viendo no era producto de algún desorden estomacal provocado por algún menjurje callejero, de esos que son tan deliciosamente prohibidos, pero en los que caemos gracias a nuestra terquedad y a nuestra falta de amor propio hacia nuestro organismo. Mientras el águila me hablaba, la anciana había desaparecido y yo me encontraba supuestamente solo en esa parte del viaje, pero sus ojos me eran familiares, sentía que el águila que me hablaba era alguien que conocía de muchos años atrás, la sentía como alguien cercano, como un personaje lleno de sabiduría; en un punto del viaje sentí que podía seguir su conversación y que yo le preguntaba por ese dolor. Por una breve eternidad sentí que lo sabía todo, que todo era claro.
Cuando volví a parpadear después de muchas horas en un segundo, estaba en el baño de mi casa mirando mi brazo en el espejo, con un dolor de cabeza intenso y cada vez que intento recordarlo sólo está el espejo, y cada vez que el águila me observa pienso que cada anciano que muere es una fuente que esparce su espíritu en el aire.
jueves, 12 de febrero de 2009
reflexionando con Tánatos
Cuando se transita por una situación, en la cual se hace presente la muerte de alguien cercano, comienzan todas esas reflexiones, reacciones y demás acerca de lo que significa para cada uno de nosotros la muerte y a veces es interesante observar cada concepción particular. No lo voy a hacer, pero igual hay una tendencia a asumir la muerte como un evento trágico y cruel. La cultura occidental nos ha enseñado con unas pizcas de fascinación religiosa que este suceso debe ser percibido bajo esta óptica.
La duda radica en pensar si realmente esto tiene que ser así, ¿por qué está mal que la muerte signifique algo más para alguien? En este principio de año tuve que verme obligado a martillar estas ideas una y otra vez en mi cabeza, no fue agradable, no es agradable para alguien que inevitablemente se ve tocado por una tradición que nace de una irrupción violenta y muy arraigada del cristianismo -muy entendido como la mayor representación de la Iglesia Católica históricamente- tener que confrontarse a causa de una situación límite en la vida de un familiar; es inevitable sentir tristeza, no vengo de una cultura en la cual la muerte sea percibida por principios como algo positivo, como un evento de cambio o como una ocasión anhelada.
Finalmente la sensación que queda es la de, por un lado, el vacío provocado por el apego hacia el ser querido y por otro lado el comienzo del aprendizaje de la idea de que es importante tener en cuenta que llega un momento en el que se tiene que dejar este camino, o cómo lo dice algún proverbio chino "el barco tiene que llegar a su puerto". Pero es un proceso lento y extenso, es difícil asimilar la naturaleza de la muerte cuando "el barco ha naufragado".
Una vez más, como es mi mala costumbre, voy a dejarlos con pensamientos de personas más competentes que yo, en este caso en el arte de escribir, con el fin de dejar una posibilidad de reflexión más seria:
La muerte para Quino
Tanatología
jueves, 29 de enero de 2009
FACEBOOK: ¿es realmente un ejemplo de democratización social en la red?
Cuando decidí abrir este blog, el punto que me obligó a hacerlo fueron una cantidad de ideas que estaban latentes en ese momento acerca de los límites del mundo real y el virtual, ya que me estaba generando mucho conflicto esa naturaleza aplastante del fenómeno interactivo, puesto que se comienza a sentir un sabor amargo de una especie de ausencia y pérdida, en general, de la experiencia del mundo real, sustituida por el vacío de la falta de lo físico, de lo corpóreo. Por eso había decidido publicar un texto, que implícitamente alcanzaba a tocar la reacción social generada por la red de contactos más popular hoy en día, por lo menos en Colombia, estoy casi seguro. En esta ocasión les dejo un link de la editorial de la última edición de la revista que redondea un poco este tema, en este caso con la versión más política al respecto (en la foto arriba Peter Thiel, cerebro detrás de la red facebook):
http://www.revistaarcadia.com/ediciones/29/editorial.html