jueves, 12 de febrero de 2009
reflexionando con Tánatos
Cuando se transita por una situación, en la cual se hace presente la muerte de alguien cercano, comienzan todas esas reflexiones, reacciones y demás acerca de lo que significa para cada uno de nosotros la muerte y a veces es interesante observar cada concepción particular. No lo voy a hacer, pero igual hay una tendencia a asumir la muerte como un evento trágico y cruel. La cultura occidental nos ha enseñado con unas pizcas de fascinación religiosa que este suceso debe ser percibido bajo esta óptica.
La duda radica en pensar si realmente esto tiene que ser así, ¿por qué está mal que la muerte signifique algo más para alguien? En este principio de año tuve que verme obligado a martillar estas ideas una y otra vez en mi cabeza, no fue agradable, no es agradable para alguien que inevitablemente se ve tocado por una tradición que nace de una irrupción violenta y muy arraigada del cristianismo -muy entendido como la mayor representación de la Iglesia Católica históricamente- tener que confrontarse a causa de una situación límite en la vida de un familiar; es inevitable sentir tristeza, no vengo de una cultura en la cual la muerte sea percibida por principios como algo positivo, como un evento de cambio o como una ocasión anhelada.
Finalmente la sensación que queda es la de, por un lado, el vacío provocado por el apego hacia el ser querido y por otro lado el comienzo del aprendizaje de la idea de que es importante tener en cuenta que llega un momento en el que se tiene que dejar este camino, o cómo lo dice algún proverbio chino "el barco tiene que llegar a su puerto". Pero es un proceso lento y extenso, es difícil asimilar la naturaleza de la muerte cuando "el barco ha naufragado".
Una vez más, como es mi mala costumbre, voy a dejarlos con pensamientos de personas más competentes que yo, en este caso en el arte de escribir, con el fin de dejar una posibilidad de reflexión más seria:
La muerte para Quino
Tanatología
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