El 20 de julio, precisamente el día en que se conmemora el grito de independencia, hecho simbólico acontecido en el centro de la ciudad, se presentó un evento musical importante para Bogotá. Puede decirse que es una especie de conmemoración a la independencia de seguir atados a la resignación por no poder tener conciertos de alto nivel y de artistas en lo más alto de su vigencia en la ciudad. En el Palacio de los Deportes se presentó la banda inglesa de rock alternativo “Muse”, frente a aproximadamente 2000 personas, lo cual sigue demostrando que se pueden realizar este tipo de eventos en Colombia, siempre y cuando a los organizadores no se les olvide hacer uso de su sentido común, hecho que provocó el fracaso en algunos casos en años anteriores (y para el momento de la edición de esta reseña parece que sigue pasando, es diciembre y ya tuvimos el pequeño descalabro de Nine Inch Nails).
Mi expectativa precisamente se veía representada por “map of the problematique”, y tengo que decir que realmente la había alimentado mucho en estos meses previos al concierto, debido a la situación en la que nos vemos envueltos políticamente en el país. Cuando se tiene la experiencia de percibir la canción con su video-clip se logra percibir que Muse no es simplemente una banda con un perfil, en cierto modo “depresivo” sino que realmente hay una conciencia política muy alta en su concepto artístico y su estética, hecho que también quedó demostrado por el interesante despliegue audiovisual que nos presentó la “musa” a lo largo de la noche. Cuando escucho y veo el video de esta canción pienso en el miedo que siento por el país, porque todo esto se nos puede volver una dictadura -si es que ya no lo es- pero eso es tema para otro artículo. La verdad es que no esperaba que fuera la canción de apertura, eso me dejó un poco “fuera de base” y no logré asimilarla con la profundidad que yo esperaba desde que me estaba preparando para el concierto. De todas formas no creo que hubiera podido empezar con mayor impacto.
Volviendo a las temáticas, a las letras y a su estética, Muse termina siendo una banda que transita fácilmente entre tener unas líricas explícitamente intimistas a poder trabajar toda una semblanza con un carácter, que como lo hemos visto, se ha enfocado a una campaña anti-intervencionista, principalmente dirigida al conflicto en Irak. Así podemos citar casos como “Starlight”, “Your time is running out” y hasta la supremamente melosa “invincible”, canciones que a simple vista pueden tener un contenido “sentimental” pero gracias a su puesta en escena, para ser más específicos, muestran que la banda está realmente comprometida con el panorama social en el mundo; llega a ser una experiencia cargada de mucha emotividad cualquiera sea el caso. Gracias a mi alta preocupación por la situación amnésica y acrítica en la que nos tiene sumergido nuestro aparato estatal en este momento y también en gran medida a mi condición sentimental actual, me quedó demostrado que este es un espectáculo en vivo que se puede disfrutar mucho más cuando uno como público se encuentra involucrado de alguna forma muy emotiva con la música.
jueves, 11 de diciembre de 2008
lunes, 24 de noviembre de 2008
ultrateKnomaniac
reflecting... el panóptico virtual,
11 razones de intimidad,
violator,
disintegrator,
no estoy acá,
soy carne,
I'm soul,
resistencia al circuito.
Ridiculez
el tiempo sigue en curso
técnica
ficción
mi vida
el vacío
cuánto se regula
I'm sick of this
spiders
now you're my serenity
propongo escapar
ansia, ansia, ansia
intimidad
nada en medio de un sistema
solo un pequeño rol
another soldier
uno entre paredes
kiss me
just one sick smile
hazlo por mí
desconecta mis oídos
la línea tan infinita
reverso
forward
grabado en la memoria
pena
imbécil
hate me
fuck me
mientras la cinta se olvida
un segundo
atrás
libre de otro peso
totally, maybe
por una noche
martes, 18 de noviembre de 2008
TENGO GANAS
perdiendo las ganas
por otras ganas
dándote la gana
sólo así ganas
otras ganas
que no son mis ganas
y de verdad crees que así ganas
(EN UN MINUTO MI MUSA ME GANA SIN GANAS)
martes, 11 de noviembre de 2008
COLLAGE VIRTUAL DEL TERROR POR EL PLACER
En cuanto se abre la ventana del mundillo alterno que presenciamos con experticia, vemos que tenemos nuestra imitación de la vida real a nuestros pies. La última vez que tuve la experiencia de la presencia física no fue tan clara; llevamos un espacio mediado por un mundo que constantemente nos elimina la posibilidad de concebir la experiencia de sentir el cuerpo, un mundo en el cual la imagen se nos vuelve una bitácora de lo lejano. Se ha creado una ficción de la vida, percibo todo el mundo por medio de un filtro que no alcanza a entregar toda la magnitud del oxígeno entrando en un coito permanente con mi mente, de la piel rozando cientos de texturas que se suelen estremecer cuando el encuentro hace parte de lo humano, que ahora prácticamente se quedó en el campo del anhelo, de lo anecdótico, de recuerdos que cada vez son más confusos. Somos parte de la realidad esquizoide que nos permite disfrutar el paralelismo del mundo virtual sazonado simplemente por el movimiento agonizante de los dedos tratando de estimular a la máquina, que resume cada orgasmo en pantallazos incesantes que son recibidos por el usuario como breves momentos de placer simuladores del olor del sexo lubricado, en esta ocasión sólo el placer por la sobrecarga de información, la gula de morbo binario.
El collage atemporal de la fascinación por el registro de nuestras vidas, ha generado que el momento inerte del flash que alaba el deseo de imitar el estereotipo de celebridad sea la excusa para interpretar la realidad desde nuestra óptica pornográfica, desde nuestra obsesión por excitar la mente escarbando en el mundo del otro, el mundo que alguna vez fue privado, que alguna vez le perteneció, el mundo que alguna vez nos perteneció. Ahora la vida está expuesta en una jaula de un zoológico social; queda la duda de saber si fuimos creados para que nuestra existencia, nuestro diario vivir sea parte de un espectáculo público organizado para que el placer sea la posibilidad de satisfacernos vorazmente con el morbo del voyeurista de la cotidianidad. Tal vez visto de esa forma, ahí mismo está la respuesta de esa fascinación, nuestro placer por tener la posibilidad de husmear en lo que progresivamente se ha vuelto público. El riesgo de este juego es lo que se ha vuelto un comportamiento globalizado, que es la docilidad con la que traspasamos nuestra vida al campo virtual, adquirimos una vida paralela en un mundo que nos ha saciado con mayor éxito que nuestra vida material, física o como la llamemos. Pertenezco al fenómeno de un “second life” sin la necesidad de inscribirme a las listas de un juego de rol en tiempo real, ya no es un juego consciente, es la vida que he escogido sin dejar que los párpados se hayan abierto en su totalidad, ya no necesitas crear tu “avatar”, sino que puedes llegar a ese triste climax de ser tu mismo personaje ficcional, no eres el de la imagen, no eres lo que le vendiste a los usuarios sedientos de aceptación y de vidas para succionar, como a un miembro cibernético que finalmente es un holograma de nuestra represión, de la paranoia estimulada por la publicidad y los medios.
Gracias a este miedo, ya no quiero ser protagonista de un juego erótico, estoy más cómodo con mi silla de espectador, en un escondite, en lo oculto de mi espacio privado. Casualmente desde un espacio privado, viendo a mi público, siendo parte de un público, siendo un espectáculo imaginario, pero perdiendo la oportunidad de ser de nuevo el actor de la vida, del juego del placer, de lo íntimo, del placer de lo privado. Mi “eros” es motivado por el impulso de verlo todo, pero ya no por sentir, por exaltar la capacidad de los sentidos, sino por vivir anhelando lo explícito, por poder hurgar en lo que publicó el “invisible” como parte de su diario de ficción. Ya se fue el “eros” romántico y nos dejó el “eros virtual” y la felicidad está en la caricia a un mouse, en la estimulación del teclado y en los flashes de mis recuerdos reducidos a la publicación de mi bitácora del espectáculo de lo privado.
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